ARTE NAZCA
En las costas del Perú abundan los desiertos alrededor de valles paradisíacos regados por ríos torrenciales que bajan de los Andes. En una de estas planicies, en la vecindad del valle de Palpa, en la costa sur, dos arqueólogos descubrieron, en 1947, una serie de dibujos hechos con pequeñas piedras, de tan perfecto trazo, que aún es un misterio cómo pudieron componer estas figuras gigantescas —al parecer divinidades— sin disponer de altura para la perspectiva.
Pero donde radica, más que el misterio, el dato histórico por dilucidar, es en el gran número de rectas que señalan puntos relacionados con el solsticio y el equinoccio. Sin duda, sirvieron de calendario a los habitantes de la tierra de los Nazcas.
Al llegar los españoles a Nazca, encontraron huellas de una cultura ya incorporada al Imperio de los Incas. Si era un epígono de la de Tiahuanaco, o si tenía conexiones religiosas con Chavín y otros pueblos andinos, éstas eran tan remotas, que el tiempo había borrado la huella y dado a la cultura Nazca una personalidad propia.
Durante la Colonia nada hacía presumir que se hubiera desarrollado allí un arte de trascendencia histórica. Más tarde, en 1901, Max Uhle descubrió Cahuasi en un fértil valle, en la parte inferior del curso del Río Grande de Nazca. Ahí estaba el núcleo principal de esa antigua civilización revelada, sobre todo, por la cerámica de admirable pulimento. Hasta el vidriado, que los españoles llamaron “mayólica” por recordar la cerámica de Mallorca, de origen persa.
Hasta hoy sigue estudiándose el origen y desarrollo de la cultura y el arte Nazca. Cierta homología de grados de representación la enlaza o aproxima a otras culturas, sin alcanzar a darnos una indicación precisa sobre su historia y desarrollo.
La extensión de la civilización Nazca se cree que por el Norte llegó hasta Pachacamac y por el sur hasta Ica. Se señalan como límites, por el norte el río Pisco, por el sur el río Acarí. Su centro estaría situado en el río Grande de Nazca, teniendo como fondo el país de los Rukanos.
Fuera de estos límites, existen regiones lejanas donde aparecen ciertas influencias y modalidades de la cultura Nazca. De todas maneras, se puede asegurar que los Nazcas no permanecieron encerrados en sus fronteras. Existen inconfundibles puntos de contacto con otros estilos en los ornamentos y la representación de concepciones ideológicas. Lo que varía es el grado de adelanto técnico y sus preferencias artísticas.
Unos por medio del pincel otros por medio de la aguja, otros con el martillo, el cincel o la arquitectura, dan a conocer, cada cual a su manera, sus creencias, sus teogonías, mitos y costumbres.
La pictografía de arte Nazca, por el contenido social y religioso de su arte en las muestras de su mejor época, como la de Palpa, nos permite juzgar el indudable carácter totémico de su mitología. Abundan los personajes zoomorfos adornados con atributos aparentemente religiosos. La obra de arte, sujeta a las oscilaciones del medio y las deficiencias de los instrumentos técnicos, es útil para juzgar el grado de pujanza o limitación a que llega esta cultura, cuya historia no es posible precisar.
DECORATIVISMO
El arte Nazca nos revela a un pueblo pintor. Sobre todo pintor. El artista Nazca bien puede darse el lujo de no preocuparse de la precisión escultórica de la forma. Todo está dirigido, corregido y explicado por los tonos y el dibujo. En la decoración de una vasija emplean, con el sentido más estético, hasta once colores. Negro, blanco, violeta, gris, rosa, carne, dos matices de rojo, dos de amarillo y varios tonos de castaño.
En el cuenco, que es la forma más común, y en las vasijas esferoides con dos vertederas verticales, cortas y unidas con un puente sólido, el ornamento armoniza con el modelado del cuello. También de la base, la peana o el vientre, en sabio balance de colores planos. Armonías que cumplen función de valor táctil en ritmo de líneas rectas y curvas. Y enlace de ángulos, donde el artista asigna a tonos enteros y medios tonos el papel de claro-oscuro intermediario.
Por más arbitraria que parezca la forma —unas veces globular, otras de cilindro chato, ampollado, y otras imitando personajes rollizos— el color y el ornamento la dignifican. Tanto, que estos objetos parecen no estar destinados a necesidades del hogar, sino creados para ritos religiosos o adornos panteónicos. En todo caso, su destino en nada desvirtúa su calidad estética.
El artista Nazca, llevado por su panteísmo, representa al hombre entre plantas, aves y animales. En sus variadas fiestas y faenas diarias de pescador, agricultor, cazador y guerrero. Es admirable la gracia que despliega al pintar la fauna marina de la costa sur del Perú. Estrellas de mar, focas, ballenas, halcones, cóndores, pelícanos, gaviotas, lagartijas, jaguares y culebras bicéfalas con plumas y dientes.
A pesar de las deformaciones en provecho de la función decorativa, no hay artista que aventaje al arte Nazca en claridad ideográfica al reproducir animales familiares. Transformados, según las exigencias del mito, encontramos los frutos, plantas y aves de la región recargados de ornamentos y símbolos. Pero nunca tan recargados y nunca tan simbólicos como para no reconocer su naturaleza. Si hay un arte que permite seguir su desenvolvimiento de lo material a lo simbólico, éste es el arte Nazca.
El medio facilitó al artista el tema gráfico. Y el artista, a través de los años, emprendió la tarea de representarlos sin forzar su imaginación más allá de su visión cotidiana. Si no llegan al grado conceptual de la representación a que llegan los artistas de Tiawanaco y Chavín, es por el limitado escenario espiritual en que actúan. Como todo pueblo sensual, el Nazca no siente la necesidad de desprenderse de lo concreto y material.
La representación de tótem, semidioses y divinidades no requiere el zenit ideológico de los símbolos universales. Por circunstancias que no es posible determinar, el arte Nazca detiene su marcha evolutiva en la estilización, que se limita a puntualizar rasgos salientes. No va más lejos. No llega a la expresión de los atributos extrahumanos que exige la figuración abstracta. Es decir, a una creación ideológica pura, que haga perder de vista la procedencia de la forma y el contenido familiar.
Una de las características del estilo de arte Nazca primitivo, es su naturalismo que no se preocupa por imitar otra cosa que los rasgos esenciales de la forma natural ajustada al ornamento. Todos los detalles cooperan a esta función decorativa. Imprescindible para el equilibrio que el artista se ha propuesto desarrollar. Cualquier desproporción que rompa este equilibrio la corrige a costa de la fidelidad del modelo.
Para romper la monotonía cromática, el pintor nazquense colorea pequeños espacios de tonos complementarios evitando las grandes superficies de un mismo color. Las áreas que resultan demasiado grandes las rellena con figuras geométricas: ojos, manos, cabezas, etc. Un amplio repertorio zoológico que estiliza con increíble plasticidad. Como serpentinas, las aves, sin perder su figura, se transforman en volutas, círculos y ganchos. Los felinos se expanden alrededor del cántaro o en las franjas de una tela. Gusanos, reptiles, zorros y peces bordan ornamentos.
TOTEM Y MITO
Aceptado el carácter marítimo del pueblo Nazca, podemos admitir que según progresan sus conquistas económicas y se transforma su vida social, el arte Nazca va dejando el período arcaico, llamado también proto-nazca. Los dioses adquieren naturaleza de hombres. La idolatría vence al fetiche, se deifican las especies, cambian las creencias y las costumbres. Convertido en pueblo agricultor, adopta otros medios técnicos.
A medida que adquiere habilidad y mayor dominio de la forma, conquistará mayor libertad. Y con la libertad, mayor vida espiritual. El magicismo, al perder importancia, aportará nuevas divinidades y nuevos totems, entre los cuales el felino es familiar. Transformado en dragón, confundido con el puma, convertido en “gato de agua”, “gato demonio” y “gato lacustre”, constituye el foco visual y el foco poético en la decoración de la cerámica y los tejidos.
Se ha efectuado un estudio interesante acerca de las representaciones felínicas de carácter mitológico entre los Nazcas. Reconoce la existencia de dos deidades principales: el “Gato Manchado” y el “Gato Demonio”. Representados, casi siempre, en actitud convencional, repetidos en serie y formando frisos distribuidos de acuerdo con la forma de la vasija. Unas veces simplificados hasta llegar a la abstracción, encerrados entre líneas rectas y curvas. Otras, transformados en demonios bicéfalos, agazapados, como queriendo acomodarse en el espacio disponible en la pared del cántaro o en la franja del tejido. Siempre fantásticos, suntuosos y ornamentales. Lo que interesa al artista es “colocar” la figura en el lugar asignado. Si el espacio sobra y hay desproporción, le añadirá nuevas extremidades, otras cabezas, manos o lo que sea necesario. Si falta espacio, por el contrario, suprimirá algunas partes anatómicas. Lo que le interesa es no romper la forma armoniosa.
Estas deformaciones, muchas veces arbitrarias, han hecho que algunos arqueólogos califiquen al felino de “Gato Demonio Degenerado” cuando en realidad el artista, al someterse a un plan decorativo, no ha hecho sino simplificar en lo posible.
Otro modelo muy usado es el “Gato Manchado”. Aparece a veces solo y a veces al lado de una estrella, por lo que se cree debe simbolizar una constelación. Los bigotes separados y la lengua afuera pueden tener el significado de la palabra, como en la pictografía Tolteca. Cuando el gato asume la figura humana, lleva en la frente una cabeza rodeada de culebras y, a manera de halo, el signo zig-zag.
Este mito, probable encarnación de Pachacamac, toma formas distintas. Con garras en las extremidades, culebras con cetros y con flechas que se desprenden de las diferentes partes del cuerpo, cuando no los clásicos ganchos, representación de los rayos solares.
A veces el “Gato Manchado” se convierte en símbolo de la muerte. Toma aspectos de rara coincidencia con las divinidades egipcias. Hombre con aspecto de serpiente, reconocida representación de la fecundidad en la mayor parte de las antiguas teogonías. En las garras trae abundancia de jícamas, ají, frijol, frutas y palmas. Por su aspecto se ha dado en llamarlo demonio.
En otras figuras más complicadas aparece el “Demonio Zig-Zag” que lleva sobre la espalda una culebra en zig-zag cubierta de flechas. Los dientes retorcidos y en las manos y los pies, garras colocadas hacia afuera. Tiene cierta relación con el “gato demonio”, cuyo bigote forma volutas sobre la cara principal. Enlazadas a otras caras, semejantes a los segmentos de los relieves de Chavín.
En la mayoría de las representaciones antropomorfas del felino, la divinidad con frecuencia lleva asidos por los cabellos una o varias cabezas momificadas. De aspecto cadavérico, con predominio de los rasgos macabros. Los labios cosidos, perforados por aguijones o espinos que parecen indicar el lugar de los colmillos. A veces las manos, de tres o cuatro dedos, al cerrarse sobre los cabellos o sostener la cabeza por las orejas, van de acuerdo con la ornamentación geométrica. En otros casos las cabezas aparecen sueltas, colocadas con el fin principal de llenar los espacios vacíos en las paredes de la vasija.
Algunos admiten la posibilidad de ser el jaguar la figura representativa del “dios felino”. Un estudio exhaustivo de esta representación lleva a observar cómo la estilización varía o modifica su figura. El cuerpo del animal aparece como vestido de un disfraz, simple accesorio del personaje mítico.
El “Dios Mar” constituye otro elemento de unidad en el arte Nazca. Se halla reproducido con cuerpo de pez. La temible cara adornada con líneas triangulares y en la frente aureolas y franjas con insignias de su poder. En algunas figuras el “Dios Mar” se presenta rodeado de espuma y agua. Con el único ojo de frente y la boca de perfil y, como cetro, el rayo o una cabeza mutilada.
En la ornamentación de los huacos abunda el signo “ojo”, símbolo de la inteligencia y atributo de carácter divino. El traje, las armas y las cabezas trofeo, corresponden a la jerarquía del individuo, la fuerza y el poder de que dispone.
Así como la serpiente bien pudo simbolizar la fecundidad, el zorro, concretamente definido, debió desempeñar una función sagrada. Parecida a la del chacal en Egipto. Simboliza el sentido de dirección y la astucia, cualidad ésta tenida en gran aprecio por el peruano precolombino. Por eso, sin duda, muchas momias llevan su piel en la cabeza.
Con sentido mítico aparece también el vencejo, pájaro que anuncia las avenidas fluviales. En el pico lleva los signos anunciadores de la primavera. Otras aves adoptan las más variadas representaciones. Algunas de ellas de carácter mitológico, como la gaviota, el guanay, el loro, el colibrí, el cóndor, el “Cipelas”, anunciador de las buenas cosechas. Y el de mayor importancia: el halcón, tótem legendario en todas las culturas del Perú Precolombino.
En efecto, cuando en la cerámica de Nazca se representan caras humanas o divinidades, notamos que llevan como signo ideográfico, sobre todo en las vasijas ceremoniales, la mancha subocular del halcón. Aún con mayor acento y precisión que en Tiahuanaco. La mancha sólo es frecuente en la figura de los guerreros, muy raras en las mujeres, en los pescadores o en las cabezas trofeo. Conociendo el origen de esta mancha no tenemos dificultades para comprender las razones de su reproducción en la cara masculina.
El guerrero, según las creencias animistas de los Nazcas, debia apoderarse de las facultades excepcionales que posee el halcón. Unave valiente, fuerte y rápida en sus movimientos. En el vigor de la magia, las cualidades del halcón pasaban por simpatía al hombre. Aparecen en su cara los rasgos más característicos del ave: los lagrimones o bigotes y la mancha bípeda subocular.
El ciempiés, fusionado con el hombre, es un tema favorito y, quizá, un ídolo central en la mitología Nazca. La araña de ocho patas, como los “gatos nocturnos”, reproducidos con frecuencia en la cerámica, también estaba considerada como un animal lunar. El camarón, crustáceo que abunda en los ríos de la costa del Perú, adquiere importancia totémica en múltiples representaciones. Algunos cronistas lo consideran ligado a la génesis del pueblo Nazca.
Al lado de estas representaciones figurativas, sujetas a rigurosa disciplina, encontramos en el arte Nazca formas extrañas que han perdido relación figurativa con el modelo original. Esto ha dado lugar a diversas hipótesis y especulaciones interpretativas. Una de las más interesantes es la representación del “Poderoso Señor del Mar”. Reproducido en numerosos cántaros y tejidos. A menudo aparece asociado con hombres y peces. No se trata de un producto de la imaginación del artista. Sino el resultado de una asociación de recuerdos nacidos de un hecho real o de una tradición derivada de ese hecho.
En ello, más que la fantasía, interviene la facultad interpretativa del artista. Según algunos estudiosos, este monstruo que vemos contorsionarse en las vasijas de Nazca, no sería otro que el Boto. Lo que es probable, ya que el pueblo Nazca, al menos en su primera época, era eminentemente pescador. La existencia de la orea en las aguas peruanas, y el temor que debía inspirar en los primitivos pescadores este delfínido, verdaderamente terrible, explican la frecuencia de su representación en las vasijas policromadas.
Con frecuencia, la representación de este ser extraño es difícil de seguir en su antropomorfia imaginada. Los arqueólogos le han dado varios nombres. Felino, Miriápodo, Escolopendra (ciempiés), Serpiente Dentellada, Serpiente Emplumada —por la forma del cuerpo que simula los bordes córneos del hueso dorsal de un pez— Gato Demonio, por la expresión feroz y la boca enorme adornada con mostachos de puma que en telas y cántaros se retuerce, se estira, se pliega, se enrosca en volutas, con ojos glaucos de demonio, cuerpo vermiforme y lengua de reptil, con cuatro y diez pies, entre grecas angulosas, coronadas testas humanas en la punta de la cola y sobre el cuello, con expresión terrible de guerrero o expresión apacible de mujer, en inquietantes variaciones de un tema inalterable en su canon estético y contenido religioso.
Otra figura, no muy común variante del “Dios Mar”, representa el “Poderoso Señor del Mar”. Sosteniendo en una mano un cetro y en la otra una cabeza votiva, realización del holocausto. Al ornamentar la imagen el artista incluye alegorías y signos del sexo. Cuando forma parte de otras escenas, aparece el nigromante, o sacerdote que invoca al ídolo con los brazos abiertos.
Existen varios cuencos donde este personaje vierte el líquido sagrado, mientras en otra escena los oficiantes extraen bebidas de los cántaros. A veces el sacerdote sostiene en la mano derecha, no ya el cetro, sino el punzón con que ha de sacrificar a las víctimas. En toda esta pintura ilustrativa, el artista reproduce ceremonias ostentosas del culto que el antiguo Nazca rendía a sus dioses.
Los signos u ornamentos que acompañan a estas representaciones, siempre tienen relación con la tierra, el mar o asuntos religiosos. Es inaceptable que provengan de una concepción metafísica o de una teogonía sofisticada.
Sin buscar lejanas similitudes, no puede darse un carácter abstracto a las representaciones totémicas de Nazca. Ningún tipo antropomorfo o zoomorfo aparece revestido de tal simbolismo, que lleve a pensar en una divinidad supra-humana. Corrientemente son representaciones de tipo figurativo, derivadas de las ocupaciones ordinarias de un pueblo agricultor, cazador y pescador. Escenografía realista en la que es posible estudiar ciertas características antropológicas.
CERÁMICA
Las primeras manifestaciones del arte nazquense se desarrollan a orillas del mar. Donde la brisa fresca del Pacífico templa de primavera la zona tórrida y los riachuelos fecundan la tierra fértil de los arenales. Paulatinamente el pueblo Nazca va internándose a lo largo del Río Grande hasta ubicarse, por el norte, en la zona de Palpa. En este lugar consuma su afirmación cultural destacándose, de manera preferente, en una cerámica sin parentesco con ninguna otra en América. Por el sentido decorativo que la anima y por su concepción original, pocas veces superada por otros pueblos en el mundo. Tintes puros sin claro-oscuro ni gradación de sombras. Ornamentación plana donde cada color se mantiene neto y continuo dentro de un campo previamente contorneado. En un simbolismo cromático cuya ideología escapa a nuestra penetración.
Si hay algo que desluzca esta excelsa calidad de la cerámica Nazca, es la repetición del tema ornamental. El ceramista se encierra en una serie de normas y de esquemas que monotonizan el arte Nazca. Pero la misma fuerza sensorial de realismo —a pesar del ensimismamiento— lo inviste de idealismo. La forma, sometida a exigencias estéticas, sufre una transmutación, adjudicándose nuevos signos, nuevas percepciones que vienen a modificarla. Enriqueciéndola, aunque compliquen, en algunos casos, su claridad plástica.
La ejecución escultórica de los huacos de Nazca es secundaria. El ceramista apenas modela los trazos de la cabeza y los miembros del cuerpo. Así, el típico cántaro Nazca, cuando representa una forma humana, carece de justo modelado más abajo del gollete. El carácter religioso se revela por medio de la alegoría. La fecundidad, por ejemplo, tiene la forma de una mujer de espaldas que se ofrece a un ser mitad animal y mitad hombre. A través de estas alegorías puede seguirse la transformación de la forma natural al símbolo ideográfico, y de la forma geométrica a la estilización.
En las cabezas —tema muy repetido en la cerámica Nazca— observamos claramente este proceso alegórico. El artista se vale apenas de un óvalo y algunas líneas trazadas en su interior; esto le basta para indicar la posición de los rasgos de la cara, de los ojos, muchas veces representados por dos líneas paralelas, y de la boca —sólo una cruz resultante de la intersección del punzón—. El peinado le sirve para intensificar el movimiento o la quietud. Sin dejar de dar la impresión de cabellos, y sin apartarse de las características del estilo nazquense.
Con el color indican la función que desempeña la figura. Las mujeres que se distinguen por las facciones finas, llevan perfectos círculos rojos en las mejillas. Y los cabellos caen en ondas de color verdoso. Un tono anaranjado junto a un azul de Prusia, o un amarillo junto a un tono violeta, señalan el camino de los “complementarios” que descubrirán siglos más tarde los impresionistas. Las marcas negras de las cejas, los círculos de los pendientes y los lagrimones halcónicos pardos o negros, en las llamadas “Cabezas Trofeo” de color moreno, entre franjas amarillas y negras sobre blanco marfil, forman tetracromías de original ritmo ornamental.
Las escenas de baile son muy movidas. Los hombres llevan en la mano cuerdas que ayudan a expresar el movimiento de graciosas danzas.
Otros portan bastones en zig-zag o mazas con plumas, seguramente distintivos de nobleza. Otros, escudos, hondas y flechas.
Las más atractivas pinturas escenográficas de los Nazcas son las figuras en rojo. En este estilo eritográfico encontramos bellas escenas de caza con halcón. Se interpretan como escenas guerreras: ataques de tribus lejanas con aves domesticadas.
CABEZAS-TROFEO
Toda esta pictografía no la concebimos sin el marco de las “Cabezas Trofeo” que constituyen el eje ornamental de la cerámica Nazca. Símbolo de poderío, motivo anecdótico, distintivo religioso y, por último, simple elemento decorativo al lado de representaciones totémicas o escenas de carácter social. Y este es el aspecto más interesante desde el punto de vista de la expresión artística. El que revela al artista Nazca en toda su gracia, flexibilidad, ingenio y dominio visual.
Existen vasijas que tienen la misma forma de la “Cabeza Trofeo”. Crudo realismo en los labios cosidos y las marcas de las heridas en la frente. Es fácil probar que los habitantes de Nazca se ocupaban de reducir cabezas. Un huaco del Museo de Berlín muestra un guerrero cortándole la cabeza a un prisionero. Y en la escena siguiente, el mismo guerrero empuñando la cabeza preparada y reducida.
Cuando un animal representa a una divinidad o está investido de carácter totémico. Lleva consigo, casi siempre, como atributo de poder, en una mano el cetro y en la otra, como simbólico dominio de las fuerzas sobrenaturales, una “Cabeza Trofeo”. Otras veces se multiplican estas cabezas. Cuelgan de los brazos o de las piernas, aureolan la cabeza del dios, la coronan y se engastan. En el torso, en las varas ceremoniales, en la huara o taparrabo, semejantes a la mitología azteca.
ESTILOS
Se ha dividido la cerámica Nazca en grupos y subgrupos. Teniendo en cuenta la inspiración artística y la habilidad desplegada por los ceramistas para obtener buenos resultados ornamentales. Por medio de estudios antropológicos basados en el ornamento y la forma de la cerámica, se ha logrado un mejor conocimiento de las modalidades y situaciones económicas del pueblo Nazca.
Para explicar su proceso técnico se han analizado en los laboratorios trozos de cacharros, arcillas, caolines y pigmentos. Así como los procesos primitivos del cesto, los moldes y la cera perdida. Pero no se ha logrado aclarar el misterio de la asombrosa unidad ideológica del arte Nazca. Ni el significado de la extraña morfología de monstruos y semidioses. Las fantásticas metamorfosis de gusanos convertidos en pavorosas serpientes emplumadas. El estilo que ordena un mundo inverosímil y que no es sino el ritmo cósmico de un mundo natural.
Se distinguen en la alfarería Nazca dos subestilos caracterizados por el predominio de ciertas formas, motivos ornamentales y colores. Como característica del primer sub-estilo se señalan la sobriedad de colores. El naturalismo, siempre presente, y el dibujo marcado con fuertes líneas oscuras en los contornos. En el segundo subestilo se encuentran mayor variedad de formas. Figuras y cabezas en los cántaros y vasijas de forma cilíndrica; el tono más apagado y regular. Sobre fondo blanco, predominante, los colores más variados repartidos en pequeños espacios. Con tendencia al detalle subjetivo y convencional. La calidad técnica es superior a la pesada cerámica Proto-Nazca.
El culto totemístico sigue siendo el inspirador. Se estiliza al ciempiés, presunto antepasado del clan, y la cabeza humana, entera o fragmentaria, inspira las aplicaciones decorativas. Las figuras están ejecutadas en dibujos de contorno blanco, rojo o negro, de trazo firme. Sin vacilaciones, con finos pinceles de pelo; luego, esos dibujos se rellenan en la misma forma prolija.
No hay razón para colocar en orden cronológico los llamados subestilos de Nazca. Obedecen a una estructura polifónica, coordinados más por su calidad, color y forma. Los subestilos se desprenden de la naturaleza, siempre presente, y la manera decorativa de representarla. La exageración, la simplicidad primitiva, el barroquismo, la amplitud o la moderación, bien pueden obedecer a un ímpetu inicial. O ser el resultado de un rebuscamiento decadente. Puede aparecer al principio del proceso creativo o al final de él, porque a la perfección se llega por muchos caminos. Y no siempre es justo colocarla al iniciarse un arte o en sus póstumas manifestaciones. Es la sociedad la que condiciona. Es el grupo dirigente el que ordena los hábitos, los valores v sus símbolos.
Atendiendo a diferentes aspectos del arte Nazca, se anotan diferentes motivos de figuración. Serpiente bicéfala, Pájaro marino, Picaflor, Golondrina, Escalones. Ciempiés, Cabezas Trofeo, Ciempiés emplumado, Pez, Cabezas, Rombos, Cuadrados, Líneas Cruzadas. Gato Demonio, Cabeza Trofeo de boca blanca, Signo Escalonado, Cabezas Engastadas, Flecos, Zig-Zag, Ajedrezado. Cabeza Demonio, Líneas Entrelazadas, Cuadrúpedo, Peces trabados, Figura Humana, Mano abierta, Cabezas Trofeo Curvilíneas. Flecha, Demonio Dentellado con báculo, Espinas con cabezas, Cabezas de perfil, Franjas, Loro. Frutas (en racimos), Cabezas de frente, Cabezas triangulares.
A estas figuras podemos agregar algunos frutos o cereales. Como el maíz, la yuca, el ají, el pallar, el maní, la oca y la jícama. Esta última una planta trepadora herbácea de hojas grandes y flores de color azulado. Los artistas nazquenses usaron la jícama muy a menudo como tema ornamental de la cerámica. La jícama, entre todas las legumbres, figura de un solo tono. Blanco, amarillo ocre o anaranjado. Dentro de un dibujo delineado con fuerte contorno. Colocada ya en la boca, ya en las manos, ya en la cola de totems y dioses. La raíz, las hojas y las ramas se prestan para adorno. Las vemos indistintamente en las tumbas de altos dignatarios, sacerdotes, guerreros o humildes agricultores.
El cadáver de Nazca aparece semidesnudo en la cámara funeraria. En posición fetal, el cráneo alargado, deformado por presión frontal. Adornado con ñañaca bordada y rodeado de ofrendas. Narigueras, collares de lapislázuli, dijes de oro y lo más necesario, humilde y preciado para el viaje. Una mazorca de maíz, un plato de fríjoles y un manojo de jícamas. El adorno de las tumbas estaba en íntima relación con el bienestar material de los vivientes.
ARTE TEXTIL
Los tejidos de arte Nazca igualan a la cerámica por su valor artístico y técnico. Y aún la superan en el colorido y la fantasía de la decoración. Con telares rudimentarios y lanas de vicuña, alpaca y llama, importadas de las tierras altas, y el algodón nativo, el arte textil de los Nazcas llegó a una perfección que es difícil encontrar en otra cultura peruana, a no ser los de lea y Paracas.
En el bordado, la tapicería, el brocado, la gasa de urdimbre o trama, el punto de aguja en tres dimensiones y las telas pintadas, no tienen parecido en cualquier otra parte del mundo. Entre las variantes únicas, hay una denominada “tapicería transparente”, que aunque sigue la técnica de tapicería. Parece hecha de tejido suelto con crespón de algodón entrelazado, de un solo cabo, lo que es frecuente en la zona Nazca.
Otro método original consiste en enlazar, la mitad, o cerca de la mitad, de las lanzadas de la trama a través del corte. A veces se arrolla una trama vertical a un hilo de urdimbre intermedio, engarzándola de vez en cuando a los lados para sujetar las urdimbres contiguas. Este hilo de trama independiente, es con frecuencia negro y da un borde oscuro al dibujo coloreado.
También se emplea, a veces, para contornear el decorado rectilíneo en su diversidad de formas. Las hay grandes y cuadradas revelando haber servido de cortinajes. Grandes mantos, probablemente prendas ceremoniales para usos religiosos. Suntuosos “unkus” bordados con personajes exóticos, signos geométricos, totems y otras representaciones. Mantas, franjas y demás prendas de vestir demuestran el gusto por el adorno. El lujo de la indumentaria, y la perennidad de los tintes, que, aun después de más de dos mil años de existencia, se conservan inalterables.
Los tejedores de arte Nazca también conocieron los trabajos de pasamanería. Los utilizaban como cuellos o estolas sobre los vestidos, o los aplicaban directamente sobre las telas blancas. Con un campo menos restringido que el de la cerámica del arte Nazca, los dibujos bordados se extienden de acuerdo con la amplitud del espacio ornamentado. Un despliegue de exuberante fantasía limitada por el estricto marco que le es asignado en la tela. Ajedrezados, líneas paralelas, meandros, círculos o pirámides escalonadas.
Otras llevan motivos naturalistas, parecidos al decorado de los “huacos”. Casi en idéntica forma, sin romper los cánones de equilibrio y simetría. Escenografía donde se hace patente el ritual mágico de la demoniolatría, con mayor riqueza de color que la cerámica, gracias a los tonos vegetales. Fáciles de usar en lana y algodón. Carmesí, granate y cochinilla, entre la variedad de rojos. Azul ultramar y de Prusia entre los azules y una variada gama de verdes. Tal es la riqueza del colorido, que en los más antiguos tejidos de arte Nazca se han identificado alrededor de ciento noventa matices. En la escala de los siete colores elementales, aunque quizás el tiempo haya contribuido a multiplicar esta variedad increíble.
Al lado de los tejidos de lana, existen acabadas muestras de tejidos de plumas. Por los datos que se desprenden de la cerámica, deducimos que estos tejidos se desarrollaron en el período tiahuanacoide del arte Nazca.
Una de las muestras más interesantes de los textiles de arte Nazca, por la múltiple y rica información que ofrece, es la tela descubierta en el antiguo cementerio de Kawachi (1919). Hoy propiedad del Museo de Brooklyn. En este enorme manto aparecen en pasamanería y tejido a ganchillo, los mismos temas que ornamentan la alfarería.
INFLUENCIAS EXTRANJERAS EN EL ESTILO DE ARTE NAZCA
Desde el periodo de arte Nazca arcaico, frecuentemente se encuentran la repetición de signos, figuras y otros elementos mitológicos. Revelan un arte integrado por varias culturas, unas remotas y lejanas, otras vecinas y contemporáneas, pero todas concurriendo a una unidad étnica. Tiahuanaco se hace presente con la figura de Viracocha, las características marcas suboculares del halcón, el cinturón con patas de cóndores, la aureola de plumas o de cabezas zoomorfas. Chavín con el felino prueba la influencia de su inconfundible personalidad. Ica y Paracas confirman la relación congénita de los dos estilos, y así sucesivamente otras culturas de indudable presencia en el estilo de arte Nazca. Hasta las últimas: Chimú y Cusco.
Tiahuanaco Epigonal. Se reconoce en los cántaros antropomorfos de arte Nazca por la nariz alargada, la boca abierta y los ojos en círculo muy cerca de la nariz. Con lagrimones o manchas suboculares. En la acentuada significación de las uñas. En la forma horizontal del antebrazo y la preocupación por la armonía del ornamento semigeométrico y el “Signo Escalonado”. Características inconfundibles del llamado “Estilo Epigonal”.
También se reconoce a Tiahuanaco, por la original figura del dios felino. Combinación de jaguar y halcón, de origen andino. Y por los ornamentos geométricos repetidos en la cerámica en el arte Nazca y en la “Puerta del Sol” de Tiahuanaco.
Presencia de Chavín. El misterioso Chavín también está presente en el arte Nazca. En esencia más que en la forma. Y en el sentido que guía a los artistas en la ornamentación. En la manera de correr las líneas formando relieves encintados para crear figuras caprichosas desprendidas de garras y colmillos, volutas y ganchos alrededor de un “Demonio Gato”. Y en la misma inconfundible superposición de cabezas sobre el cuerpo achatado. De extremidades cortas, con parecidos atributos somáticos. Es fácil observar la idiosincrasia religiosa de la forma de Chavín en la figura considerada como la “orca antropomorfizada”. El arte Nazca pone su sello en el color y en la estructura liviana de su forma arquitectónica.
ARTE NAZCA
El mundo pictórico en el arte Nazca no tuvo autonomía. Está supeditado a la cerámica y a los tejidos policromados.
Los motivos decorativos del arte Nazca no son producto de la pura fantasía del hombre. Proceden del medio donde vive el hombre y de las costumbres condicionadas por su economía. De todo esto dependerán sus creencias religiosas.
El arte Nazca se torna monótono por la poca variedad de sus temas. Se limita a modificar los detalles y alterar el ornamento sin cambiar el fondo. Las transformaciones de la imagen inicial determinan una mayor variedad morfológica. El artista es más bien un artesano, que no llega a independizarse del modelo formal.
Las imágenes pictóricas del arte Nazca están inspiradas por objetos y seres reales. Con excepción de unos pocos motivos decorativos que corresponden a un proceso de estilización.
Las pinturas de las vasijas revelan un característico naturalismo primitivo.
El pintor de Nazca desconoce la perspectiva occidental de las tres dimensiones. No así el sentido del volumen, del contraste de los colores y los valores táctiles.
El artista Nazca, al cubrir la superficie de la vasija o el tejido, sólo piensa en ornamentar la forma conforme a sus propias reglas de simetría. Y en relación con el espacio de que dispone. Mutila las figuras o las adorna si así lo requieren el equilibrio, la proporción y el juego rítmico a que está acostumbrado.
Se puede señalar, como otra característica, la ausencia de un plan preconcebido para sus pinturas.
El color de la figura central determina la entonación general del “cuadro”. En caso de que la figura esté subordinada al tono policromado general, la composición alcanza efectos de mosaico.
El artista Nazca posee escasa habilidad escultórica. Recurre a la memoria para reproducir los contornos generales o algunos detalles principales, como la nariz, la cara y el peinado. Por medio del color da vida y valor estético a la obra.
En la evolución de la representación de la figura del dios principal se puede citar, correspondiendo a la etapa más antigua, el monstruo miriápodo, escalopendra o serpiente alada. De este antrópodo, netamente mítico, se desprenden muchas de las ideas religiosas de los Nazcas.
El arte Nazca de la época primitiva cultivó los aspectos figurativos de la costa. El mar, las aves, peces y monstruos marinos.
Trasladados por necesidades de expansión económica al valle de Nazca, llevaron consigo representaciones y conceptos que no olvidaron y que vinieron a enriquecer su mitología.
El repertorio zoológico de Nazca se reduce a las especies propias de su limitada región. La cuenca del Río Grande y la costa del Pacífico que baña sus playas. La fauna de esta región se encuentra casi íntegramente representada en la pintura Nazca.
El arte Nazca posee contenido social y contenido religioso de indudable carácter totémico. Sólo los personajes zoomorfos exhiben atributos aparentemente religiosos.
En Vaciado de pisos Barcelona Vaciart hemos realizado una breve introducción al arte Nazca. Consúltenos sin compromiso alguno por su parte. Trataremos de darle la mejor orientación sobre cualquier duda que les surja.
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